Uno de los principales rasgos que identifican hoy a las organizaciones, independientemente de su tamaño, naturaleza y nicho de operación es la inquietud que genera el futuro inmediato en un entorno global en el que la incertidumbre, la ambigüedad, lo impredecible y las complejidades están a la orden del día. Y es que esta realidad, que dependiendo de la geografía desde donde se mire parece más o menos amenazante, es tajantemente global y hoy forma parte del ser y el estar. Así de simple.
Adicionalmente a una escena que sin duda luce compleja, aderezada con ingredientes sociales y políticos no menos inquietantes, por decir lo menos, la disrupción en lo digital ha tomado el protagonismo, indicando cierres o fracturas de lo establecido, dando paso a nuevas formas, usos, hábitos, con su peculiar velocidad y sentido de urgencia. La disrupción, en su acepción más amplia quizá se pudo anticipar, pero hoy es un hecho contundente que trae consigo las consecuencias propias del cambio de paradigmas. Y uno como individuo, las empresas, los consumidores, los estados, estamos en medio de aquella vorágine…
A simple vista, saltan cinco características inequívocas que acompañan la necesidad de cambio y que son claras evidencias de estar iniciando o transitando una ruta de Transformación Digital.
Ansiedad organizacional
Si algunos miembros clave de la organización están conscientes de que hay que repensar, rediseñar y reorientar el modelo de negocios, es una excelente señal. Lo peor que puede suceder es pensar que nos va bien y la Transformación Digital es un tema que no nos toca. Aquí vale el conocimiento que se tenga de reglas de mercado distintas, de nuevas conductas y hábitos de consumo, de players inesperados con propuestas inesperadas que pisan los talones de nuestro negocio. Si hay inquietud, estamos vivos. Podemos reaccionar.
Un tema de dirección, no de tecnólogos
Finalmente, la tecnología y su grandeza se coló en el escritorio de la alta gerencia. Aquí no se trata de saber en profundidad qué son o para qué sirven. Se trata de tomar la decisión de enrumbar a la organización hacia un cambio que efectivamente si está soportado en tecnología, mas esta es una consecuencia y no la razón del cambio. Las decisiones tecnológicas son clave para alcanzar la meta más no están en primer lugar. Lo que enciende la mecha es la decisión de ir hacia un modelo que responda a las necesidades de un consumidor cada vez más digital, que demanda agilidad, inmediatez, asertividad en cuanto a la oferta y sobre todo personalización. Ahora el juego es uno a uno y esas decisiones, grandes, como lucen, le pertenecen a la alta dirección de las organizaciones.
El Capital Humano: la clave del éxito
Los procesos de cambio los hacen las personas. Esto que se lee simple en la práctica no lo es. Así como la dirección de las empresas deben estar convencidas de la ruta trazada, los recursos, los talentos de las organizaciones deben profesar la idea del cambio como un credo. De no ser así, se convierten en agentes que, sabiéndolo o no, sabotean el proceso comprometiendo el éxito para la organización. Este momento que estamos viviendo, y que viene de unos años atrás, requiere comprensión, estudio, análisis y conocimiento. Resulta una meta individual entender, aprehender, consultar, solicitar apoyo y alinearse. Mas la organización está ante la imperiosa necesidad de generar las condiciones, el ambiente y los espacios para que ello suceda.
Una ruta no un destino
Tal como Ítaca, la Transformación Digital alude al diseño de una ruta que muy probablemente se traducirá en fases. En ellas, la digitalización, la automatización de procesos, el establecimiento de prioridades de acuerdo al plan estratégico, el desarrollo de nuevas habilidades y competencias, son aspectos clave que irán mostrando esos triunfos tempranos de cara a una organización nueva, presta para competir en un mercado de nuevas reglas y conquistar a un nuevo consumidor que, en adición, nos reta a interactuar 24×7. Como Ítaca, lo que luce retador es el viaje y todo lo que en él permita convertir errores en aprendizaje, multiplicar los aciertos, capitalizar las decisiones oportunas.
Innovación, divino tesoro
Transformarse no es hacer mejor lo que ya hacemos bien. Esta es una trampa. El concepto sugiere reinvención, advertir nuevas oportunidades, anticiparse a necesidades insatisfechas. Y aquí juega un papel estelar la Innovación, manida, interpretada por cada quien a la medida. La verdadera Innovación supone, para organizaciones no nativas digitales, retos insospechados, exploración fuera de la zona y territorio de confort, nuevas conquistas y descubrimientos.
Como gran aliciente, ya existen casos concretos en la industria financiera, couriers, alimentos y moda, de empresas no nativas digitales que han emprendido exitosas rutas de Transformación Digital. A la pregunta, ¿y por dónde comenzaron? Por el propio Presidente, quien ha asumido el reto de Transformarse.
¡El camino hacia adelante luce despejado!
Mariam Larrazábal G.
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